7 de febrero de 2015

Introspección

De su risa escapaban flores y de sus ojos las lágrimas que las regaban. La condición de ambigüedad que siempre presenta el ser; reír y llorar, llorar y reír. Pero como una daga punzante latían todos sus sentimientos en un compás que los encontraba unidos, aliados, fundidos.
Jamás se volvió a preguntar sobre aquello. Era un camino resbaloso, tan resbaloso como la nacarada, mojada y sutil cubierta de un pez que se sacude entre unas suaves manos, pidiendo auxilio y, al mismo tiempo, luchando con todas sus fuerzas.
Brisa, de la nada brisa. Quemaba, ardía y roía la piel. Sorprendida, sintió que eso era lo que anhelaba.

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